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Cuando estuve en el suelo conocí al Dios que levanta

 


Cuando estuve en el suelo, conocí al Dios que levanta

Palabras clave: Dios que levanta, restauración espiritual, fe en medio del dolor, esperanza cristiana, amor de Dios, Radio Renacer RD

Hay momentos en la vida en los que las fuerzas parecen agotarse. Las lágrimas se vuelven compañeras diarias, el corazón se siente vacío y las preguntas no encuentran respuesta. Es en esos instantes, cuando tocamos el suelo del sufrimiento, donde muchos hemos tenido un encuentro más real con el Dios que levanta. No en los días de éxito ni en las temporadas de aplausos, sino en el silencio del quebranto donde Él se revela como un Padre compasivo, sanador y fiel.

Dios no ignora tu dolor

El dolor no es un castigo; muchas veces es el lugar donde Dios forja nuestra fe. Cuando todo se derrumba, descubrimos que lo único que permanece firme es su amor. La Biblia nos recuerda en Salmos 34:18: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.

Esta promesa no es solo poesía espiritual. Es una verdad viva. Cuando el alma se quiebra, Dios no se aleja; se acerca. Él no huye de nuestras lágrimas, las recoge. No desprecia el corazón herido, lo restaura con ternura. En cada caída hay una oportunidad para ver su misericordia manifestarse.

Cuando caemos, Dios prepara el levantamiento

Muchos creen que estar en el suelo es el final, pero para Dios es el inicio de algo nuevo. El suelo no es tu tumba, es el taller donde el Alfarero divino vuelve a moldearte. En Jeremías 18:4 se nos muestra la imagen del alfarero que trabaja con barro quebrado, pero no lo desecha; lo vuelve a formar según su propósito.

Así actúa Dios con nosotros. Aun cuando nuestras decisiones nos llevan a tropezar, Él no nos abandona. Sus manos amorosas vuelven a darnos forma, limpiando las grietas del alma y fortaleciendo lo que parecía perdido. La caída no te define; el levantamiento que Dios produce en ti, sí.

El poder de levantarse con Dios

Conocer al Dios que levanta no es teoría, es experiencia. Es mirar atrás y decir: “No sé cómo lo logré, pero aquí estoy, de pie, por su gracia”. Cada cicatriz se convierte en testimonio, cada herida sanada en un recordatorio de su fidelidad.

En Isaías 40:29-31 leemos: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas... los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”

Esta es la esencia del evangelio: Dios no solo perdona, Él restaura. No solo sana, Él renueva. No solo levanta del suelo, Él enseña a volar nuevamente con propósito.

El suelo como escuela del alma

Cuando la vida nos hace tocar el suelo, aprendemos lecciones que la comodidad nunca podría enseñarnos. Aprendemos humildad, dependencia, compasión. En el suelo entendemos que no somos autosuficientes, que necesitamos al Creador más que al aire. Descubrimos que su amor no depende de nuestro desempeño, sino de su gracia.

El apóstol Pablo lo vivió cuando escribió en 2 Corintios 12:9-10: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad... por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.”

El suelo no es derrota, es una cita con la gracia. Es allí donde la fuerza humana se acaba y comienza la intervención divina.

El Dios que levanta transforma el pasado

Quizá tus caídas han dejado marcas, recuerdos difíciles o heridas que todavía duelen. Pero cuando el Dios que levanta entra en la historia, el pasado deja de ser una carga para convertirse en testimonio. José, vendido por sus hermanos, olvidado en una prisión, llegó a decir en Génesis 50:20: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.”

Lo que parecía el final fue el principio del plan de Dios. Así también en tu vida, aquello que te hizo caer puede convertirse en el trampolín que te eleva a un nuevo propósito. Nada está perdido cuando Dios interviene. Él redime, reconstruye y da belleza en lugar de ceniza.

Fe que se fortalece en la caída

La fe no crece en los días fáciles, sino en los días en que solo podemos confiar. Cuando estuviste en el suelo y seguiste orando, aunque no veías respuestas, estabas conociendo al Dios que levanta. Esa fe, probada en el fuego, se vuelve inquebrantable. Como dice 1 Pedro 1:7: “Para que sometida a prueba vuestra fe... sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.”

El Dios que levanta no solo te ayuda a salir del suelo, te da raíces más profundas para que nada vuelva a derribarte con facilidad.

La esperanza que renace en Cristo

Jesús mismo es el ejemplo perfecto del Dios que levanta. Él descendió hasta lo más bajo —el dolor, el rechazo, la cruz— y resucitó con poder. En Él encontramos la garantía de que nada está demasiado roto como para no ser restaurado. Romanos 8:11 dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu.”

Cuando conoces a Cristo en tu quebranto, ya no vuelves a ser el mismo. Su poder actúa desde dentro, dándote vida, propósito y una esperanza que trasciende el dolor.

Levantarse para levantar a otros

Una de las cosas más hermosas de conocer al Dios que levanta es que te convierte en instrumento para levantar a otros. La compasión nace de la experiencia. El que fue consolado, consuela. El que fue restaurado, guía. El que fue levantado, extiende su mano.

En 2 Corintios 1:3-4 se nos enseña: “Bendito sea el Dios... que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación.”

Tu historia tiene poder. Cada caída superada con la ayuda de Dios puede inspirar a alguien más que hoy se siente sin fuerzas. No desperdicies tu testimonio: úsalo para glorificar a Dios y fortalecer a los demás.

Un llamado a confiar otra vez

Si estás en el suelo hoy, no te avergüences. No te resignes. Levanta tus ojos, porque el mismo Dios que levantó a Lázaro, que fortaleció a Pedro, que restauró a David, también puede levantarte a ti. Él no ha terminado contigo.

El salmista declaró en Salmos 40:2: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” Esa es la promesa para ti: Dios te sacará del lodo y te pondrá sobre terreno firme.

Conclusión: El Dios que levanta sigue actuando hoy

Cuando estuviste en el suelo, quizás pensaste que todo había acabado, pero en realidad, Dios estaba comenzando algo nuevo. Él no solo te levantó, sino que te dio una historia, una voz y un propósito. Hoy puedes decir con confianza: “Conocí al Dios que levanta”.

Permite que esa verdad guíe tu vida. Que tu testimonio sea luz para otros y que tu corazón permanezca agradecido. Porque quien conoce al Dios que levanta, nunca vuelve a mirar el suelo con desesperanza, sino con gratitud, sabiendo que desde allí, Dios obra sus mayores milagros.

❤️ Publicación de Radio Renacer RD ❤️

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