¿Quién es Dios? Una visión desde la fe adventista
Introducción
En un mundo saturado de ideologías, religiones y perspectivas filosóficas, la pregunta "¿Quién es Dios?" sigue siendo una de las más profundas y trascendentales del ser humano. Para los creyentes, esta pregunta no es solo teórica, sino vital: entender quién es Dios influye directamente en cómo vivimos, amamos, adoramos y esperamos el futuro. Desde la perspectiva de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Dios no es una fuerza impersonal o un concepto abstracto, sino un Ser real, personal, amoroso y justo, que se ha revelado a la humanidad a través de la creación, la Escritura y, sobre todo, en la persona de Jesucristo.
En este artículo, exploraremos la naturaleza de Dios, su carácter, su relación con la humanidad y su papel en el plan de salvación, basándonos firmemente en la cosmovisión adventista. También analizaremos cómo esta comprensión de Dios puede transformar nuestra vida personal, familiar y espiritual. Todo esto, con el objetivo de brindar una visión clara, bíblica y actual de quién es Dios y por qué es esencial conocerle.
¿Quién es Dios según la Biblia?
La Biblia no comienza explicando a Dios; simplemente lo presenta como una realidad. Génesis 1:1 declara: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Este verso marca el punto de partida para toda la teología cristiana. Dios es el Creador, el origen de todo lo que existe. Según el pensamiento adventista, Dios es un ser eterno, autoexistente y todopoderoso, que se manifiesta como una unidad compuesta de tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta concepción trinitaria se basa en textos como Mateo 28:19, donde Jesús comisiona a sus discípulos a bautizar "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Aunque la palabra “Trinidad” no aparece en la Biblia, la evidencia de tres personas divinas actuando de manera armónica y unificada está presente a lo largo de las Escrituras.
El carácter de Dios: amor, justicia y misericordia
Uno de los textos más conocidos de la Biblia dice: “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Esta declaración no es simplemente una descripción emocional, sino una afirmación ontológica: el amor es la esencia del carácter de Dios. Según la visión adventista, todo lo que Dios hace está motivado por un amor infinito, que busca el bien supremo de sus criaturas.
Este amor no está en conflicto con su justicia. Dios también es justo (Deuteronomio 32:4) y santo (Isaías 6:3). En Él no hay contradicción: su justicia garantiza que el mal no será eterno, y su misericordia asegura que todo pecador que se arrepienta puede ser perdonado y restaurado. El equilibrio perfecto entre amor y justicia se manifestó en la cruz del Calvario, donde Cristo tomó el castigo por nuestros pecados (Romanos 3:26).
La revelación de Dios en la historia
Dios no es un ser distante. Según la teología adventista, Él se ha revelado progresivamente a la humanidad a lo largo de la historia. Esta revelación se ha dado de tres maneras principales:
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La naturaleza: "Los cielos cuentan la gloria de Dios" (Salmo 19:1). La creación revela el poder, la sabiduría y la belleza del Creador.
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La Escritura: La Biblia es la Palabra de Dios escrita, inspirada por el Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16). Es la fuente autorizada de verdad y guía para la vida.
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Jesucristo: La revelación suprema de Dios. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). En Jesús, Dios se hizo hombre para vivir entre nosotros, enseñarnos, sanar, morir y resucitar.
Para los adventistas, conocer a Dios es conocer a Jesús, pues en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9).
El Dios Creador y Sustentador
La Iglesia Adventista del Séptimo Día sostiene con firmeza que Dios es el Creador literal del universo. Según Génesis 1 y 2, Dios creó el mundo en seis días literales y descansó el séptimo. Este acto de creación es la base del sábado bíblico, que los adventistas observan desde la puesta de sol del viernes hasta la puesta de sol del sábado, en obediencia al cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11).
El sábado no solo recuerda la creación, sino también a un Dios cercano que desea comunión con sus hijos. Es una señal entre Dios y su pueblo (Ezequiel 20:20) y un símbolo de liberación, descanso y esperanza escatológica.
El plan de salvación: Dios actúa por amor
Desde el momento en que el pecado entró en el mundo (Génesis 3), Dios puso en marcha un plan para redimir a la humanidad. Este plan no fue improvisado, sino que existía desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:20). En el centro de este plan está Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino a este mundo para salvar a los pecadores (Mateo 1:21).
Los adventistas creen que la salvación es un regalo gratuito de Dios, recibido por fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9). Sin embargo, también enseñan que esta fe produce obediencia, santificación y transformación del carácter. El conocimiento de Dios no es meramente intelectual; transforma el corazón.
Dios y el juicio final: una justicia con esperanza
Una doctrina distintiva del adventismo es la del juicio investigador, que enseña que desde 1844 Cristo está llevando a cabo una fase final de juicio en el cielo antes de su segunda venida. Esta enseñanza se basa en Daniel 8:14 y forma parte de la comprensión del santuario celestial, donde Cristo ministra como sumo sacerdote.
En este juicio, Dios no busca condenar, sino vindicar a los justos, demostrar su justicia y cerrar el conflicto cósmico entre el bien y el mal. Dios será reconocido como justo, amoroso y verdadero por todo el universo (Apocalipsis 15:3). Esta doctrina no debe infundir miedo, sino confianza en que Dios es transparente, justo y misericordioso.
Dios y el conflicto entre el bien y el mal
La teología adventista incluye la doctrina del gran conflicto, una narrativa que explica la existencia del mal y el sufrimiento en el contexto de una rebelión cósmica. Según esta visión, Lucifer —un ángel exaltado— se rebeló contra Dios en el cielo y fue expulsado (Apocalipsis 12:7-9). Desde entonces, ha tratado de distorsionar el carácter de Dios y destruir su creación.
Este conflicto no se resolverá por la fuerza, sino por la verdad. Dios permite que la historia se desarrolle para que todas las criaturas puedan ver claramente las consecuencias del pecado y la gloria de su carácter. En última instancia, Dios triunfará, y el mal será destruido para siempre (Nahúm 1:9).
Dios y la esperanza del futuro
La visión adventista de Dios está íntimamente ligada a la segunda venida de Cristo. Este evento, literal, visible y glorioso, es la gran esperanza del creyente. Jesús prometió: “Vendré otra vez” (Juan 14:3). Su retorno traerá liberación para su pueblo, resurrección para los muertos en Cristo (1 Tesalonicenses 4:16-17), y el inicio de una nueva creación.
Dios no nos ha abandonado. Él tiene un plan para restaurar todo lo que el pecado ha dañado. Según Apocalipsis 21:3-4, Él morará con los seres humanos, enjugará toda lágrima y no habrá más muerte, ni dolor. Esta esperanza alimenta la fe del cristiano y lo llama a vivir en santidad y servicio mientras espera la venida del Señor.
¿Cómo conocer personalmente a Dios?
No basta con saber acerca de Dios; debemos conocerle personalmente. El apóstol Pablo escribió: “A fin de conocerle” (Filipenses 3:10). Esta relación personal con Dios es el corazón del cristianismo. Para cultivarla, los adventistas enfatizan varias prácticas espirituales:
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Estudio diario de la Biblia: La Palabra de Dios es la fuente principal de revelación.
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Oración constante: Es el medio para comunicarse con Dios y fortalecer la fe.
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Observancia del sábado: Un tiempo especial de comunión y descanso.
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Servicio al prójimo: Reflejar el carácter de Dios en nuestras acciones.
Dios desea ser nuestro Padre, amigo, guía y Salvador. Su Espíritu Santo trabaja en el corazón para convencernos, transformarnos y sostenernos.
Dios y la misión de la Iglesia
Para los adventistas, conocer a Dios lleva inevitablemente a compartirlo con otros. La Iglesia existe para proclamar el evangelio eterno a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apocalipsis 14:6). Este mensaje incluye el llamado a adorar al Creador, a temer a Dios y a prepararse para el juicio.
El conocimiento de Dios no puede ser encerrado en una experiencia privada. El amor de Dios impulsa a la acción misionera, educativa, médica y social. Así, la Iglesia Adventista busca reflejar el carácter de Dios en el mundo y preparar a un pueblo para su pronto regreso.
Conclusión
Dios, según las enseñanzas adventistas, no es un misterio lejano, sino un Padre amoroso que se revela, actúa y salva. Él es el Creador, el Redentor, el Juez justo y el Rey venidero. Conocerle transforma la vida, ilumina el presente y llena de esperanza el futuro.
En medio de un mundo que cuestiona la existencia y el carácter de Dios, la fe adventista sostiene con certeza: Dios existe, nos ama, y pronto vendrá a restaurar todas las cosas. ¿Lo conoces tú? ¿Deseas tener una relación profunda y real con Él? La invitación está abierta. Dios no está lejos de ninguno de nosotros. Hoy puedes comenzar o renovar tu experiencia con el único Dios verdadero.
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