¿Quién es Jesús? La verdad eterna revelada en Cristo según la fe adventista
Introducción
En el corazón de la fe cristiana late un nombre poderoso, lleno de amor, esperanza y redención: Jesús. Para los cristianos en general y, en particular, para los adventistas del séptimo día, Jesús no es simplemente un personaje histórico, un maestro moral o un profeta admirable. Él es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, el centro de toda la revelación divina y el Rey venidero.
A lo largo de los siglos, muchas culturas y religiones han intentado definir a Jesús según sus propios parámetros, pero solo la Palabra de Dios revela su identidad con precisión y profundidad. En este artículo, exploraremos quién es Jesús según las enseñanzas adventistas, su divinidad, su humanidad, su ministerio terrenal, su sacrificio en la cruz, su intercesión en el santuario celestial y su inminente segunda venida. También veremos cómo su vida y ejemplo transforman nuestro carácter y nos preparan para el cielo.
Este análisis no solo busca informar, sino inspirar. Porque conocer a Jesús es vida eterna (Juan 17:3), y todo el plan de salvación gira en torno a su persona.
Jesús es Dios: la divinidad de Cristo en la Biblia
Desde la perspectiva adventista, Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre. Esta creencia se basa en numerosas afirmaciones bíblicas. Juan 1:1-3 declara: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. El versículo 14 añade: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”. Jesús no fue un ser creado, sino que existía eternamente con el Padre. Él es coeterno, coigual y consustancial con Dios.
El apóstol Pablo también escribió: “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). Jesús aceptó adoración (Mateo 14:33; Juan 9:38), perdonó pecados (Marcos 2:5-7) y afirmó su unidad con el Padre: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Los adventistas rechazan toda forma de subordinacionismo o de visión que niegue la divinidad plena de Cristo. Él es Dios verdadero, digno de adoración, y el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5).
Jesús es hombre: el misterio de la encarnación
Aunque Jesús es divino, también se hizo plenamente humano. Filipenses 2:6-8 lo describe así: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo... y se hizo obediente hasta la muerte”.
Para los adventistas, la humanidad de Jesús es esencial para la salvación. Él nació de una virgen (Mateo 1:23), creció como un niño normal (Lucas 2:52), sintió hambre, sed, cansancio, tristeza, dolor y fue tentado en todo, pero sin pecado (Hebreos 4:15). Su vida fue un ejemplo perfecto de obediencia al Padre, y su humanidad es el modelo para nuestra santificación.
En Jesús, Dios se acercó al ser humano de la manera más íntima y comprensiva. Esto significa que no hay experiencia que Él no entienda ni dolor que no haya cargado.
El ministerio terrenal de Jesús: enseñar, sanar y salvar
Los cuatro evangelios nos presentan a un Jesús compasivo, lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14). Su ministerio se caracterizó por:
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Predicar el Reino de Dios: Jesús anunció que el Reino había llegado con Él (Mateo 4:17).
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Sanar a los enfermos: Desde ciegos hasta leprosos, Jesús restauró la salud de muchos.
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Liberar a los oprimidos: Jesús expulsó demonios y ofreció esperanza a los marginados (Lucas 4:18-19).
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Perdonar pecados y revelar el carácter del Padre: Su vida fue la máxima expresión del amor divino.
El sacrificio de Jesús: el corazón del plan de salvación
La cruz del Calvario es el centro del cristianismo. Allí, Jesús tomó sobre sí nuestros pecados (Isaías 53:4-6), sufrió el castigo que merecíamos y abrió un camino de reconciliación con Dios. Romanos 5:8 lo dice con claridad: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
La doctrina adventista sostiene que la muerte de Cristo fue un sacrificio expiatorio, sustitutivo y suficiente. No fue una tragedia, sino un triunfo. En la cruz, Jesús derrotó al pecado, al diablo y a la muerte. Su sangre nos limpia, nos reconcilia y nos da esperanza.
El sacrificio de Jesús también reveló la naturaleza del conflicto cósmico entre el bien y el mal.
El Cristo resucitado: victoria sobre la muerte
Jesús no quedó en la tumba. Al tercer día resucitó (Mateo 28:6), demostrando su poder sobre la muerte y garantizando nuestra futura resurrección (1 Corintios 15:20-22). Su resurrección es la base de nuestra esperanza cristiana.
Los adventistas celebran la resurrección no en un día litúrgico anual, sino en la vida diaria de fe. Además, Jesús ascendió al cielo (Hechos 1:9-11) y fue entronizado como nuestro gran Sumo Sacerdote en el santuario celestial.
Jesús y su obra en el santuario celestial
Una de las enseñanzas distintivas del adventismo es la del santuario celestial y el juicio investigador. Basándose en Hebreos 8-9 y Daniel 8:14, los adventistas creen que desde su ascensión, Jesús ministra en el cielo como nuestro abogado, intercesor y juez.
Desde 1844, según la profecía de las 2300 tardes y mañanas de Daniel, Cristo está llevando a cabo la fase final de su ministerio sacerdotal: un juicio previo a su segunda venida.
La segunda venida de Jesús: nuestra esperanza bienaventurada
Una de las doctrinas más prominentes y amadas por los adventistas es la segunda venida literal, visible y gloriosa de Cristo. Jesús prometió: “Vendré otra vez” (Juan 14:3), y esta promesa es el clímax del plan de redención.
Los adventistas creen que Jesús regresará pronto para:
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Resucitar a los muertos en Cristo.
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Transformar a los justos vivos.
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Llevar a su pueblo al cielo por mil años.
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Ejecutar el juicio final.
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Restaurar un nuevo cielo y una nueva tierra.
Jesús y el desarrollo del carácter cristiano
Conocer a Jesús no es solo una cuestión teológica, sino práctica. Los adventistas enseñan que mirar a Cristo transforma nuestro carácter (2 Corintios 3:18). Él es nuestro ejemplo supremo de obediencia, humildad, servicio y compasión.
El Espíritu Santo, enviado por Cristo, mora en el creyente para guiarlo, enseñarlo y santificarlo.
Jesús y la misión de la Iglesia Adventista
La Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene como misión exaltar a Cristo, proclamar su Evangelio eterno (Apocalipsis 14:6-12) y preparar al mundo para su regreso. Esta misión incluye:
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Evangelizar a todas las naciones.
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Enseñar la Palabra de Dios.
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Servir a los necesitados.
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Promover un estilo de vida saludable.
Jesús y la eternidad: el centro del universo restaurado
El propósito final del plan de salvación es restaurar la armonía del universo. Después del milenio, los redimidos vivirán para siempre en una tierra nueva, donde Jesús será el centro de todo (Apocalipsis 21:22-23). No habrá más muerte, dolor, lágrimas ni pecado.
Conclusión
Jesús lo es todo. Para el creyente adventista, Jesús es el Alfa y la Omega, el Autor y Consumador de la fe, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, el Creador, el Redentor, el Intercesor y el Rey venidero.
Conocer a Jesús es conocer el corazón de Dios. Seguir a Jesús es caminar por el único camino que lleva a la vida eterna. Amar a Jesús es el propósito supremo de la existencia humana.
Hoy, Jesús te llama a entregarle tu vida, a confiar en su gracia, a vivir como Él vivió y a prepararte para su glorioso retorno. ¿Estás listo para encontrarte con Él?
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