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Dios te dará más de lo que pediste si confías en Él


Efesios 3:20: Dios te dará más de lo que pediste si confías en Él

Efesios 3:20 es una de las promesas más poderosas de toda la Biblia: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. Esta declaración nos recuerda que Dios no solo escucha nuestras oraciones, sino que las responde con abundancia y sabiduría divina, superando nuestras expectativas. Sin embargo, esta promesa también nos llama a confiar en Él y a ser pacientes mientras Su voluntad perfecta se cumple.

Un Dios que supera nuestras expectativas

Muchas veces oramos con fe, pero en el fondo limitamos a Dios con nuestras propias ideas. Pensamos que Él solo puede actuar dentro de lo que entendemos o deseamos, pero Efesios 3:20 rompe por completo esa manera de pensar. El apóstol Pablo nos enseña que Dios obra “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Esto significa que Su poder y Su amor trascienden nuestras limitaciones humanas.

Cuando pedimos algo en oración, a menudo imaginamos la manera en que queremos que se cumpla. Sin embargo, el Señor no está atado a nuestras expectativas. Él tiene una visión más amplia, conoce el pasado, el presente y el futuro. Por eso, cuando nos responde, lo hace en el momento justo, de la forma perfecta, y con un propósito mucho mayor del que podríamos imaginar.

La Biblia está llena de ejemplos de personas que recibieron más de lo que pidieron. Abraham pidió un hijo, y Dios le dio una descendencia tan numerosa como las estrellas. Salomón pidió sabiduría, y Dios le dio sabiduría, riquezas y honra. Los discípulos oraron por poder, y el Espíritu Santo descendió con una fuerza que transformó el mundo. Así actúa nuestro Dios: siempre dando más, siempre obrando con generosidad divina.

El poder que actúa en nosotros

Efesios 3:20 también nos recuerda que este poder de Dios no es algo lejano o inaccesible. Pablo dice: “según el poder que actúa en nosotros”. Ese poder es el Espíritu Santo. Es la presencia viva de Dios en el corazón de cada creyente. Es la fuerza que nos transforma, que nos da fe cuando las circunstancias son adversas, y que nos impulsa a seguir adelante cuando parece que todo está perdido.

Este poder no depende de nuestros méritos, sino de nuestra relación personal con Cristo. Cuando confiamos en Él, cuando rendimos nuestra voluntad, cuando oramos con humildad, ese poder se activa en nosotros. No es magia ni suerte, sino el resultado de una conexión constante con el Creador. Es la vida de Cristo fluyendo a través de nosotros, haciendo posible lo que parecía imposible.

Confía en el proceso de Dios

La promesa de Efesios 3:20 no significa que todo sucederá de inmediato. Dios promete darnos más de lo que pedimos, pero también nos enseña a esperar. En esa espera, nuestro carácter se fortalece, nuestra fe crece y nuestra visión espiritual se amplía. Cada oración no respondida a tiempo es una oportunidad para profundizar nuestra confianza en Él.

La paciencia no es simplemente esperar, sino cómo actuamos mientras esperamos. Si confiamos en el amor de Dios, podremos tener paz aun cuando no veamos resultados inmediatos. Dios no se retrasa, simplemente trabaja de formas que no siempre comprendemos. Lo que hoy parece un “no” puede ser en realidad un “todavía no”, o incluso un “tengo algo mejor para ti”.

Ser paciente no es rendirse

La impaciencia nos lleva a dudar, a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros. Pero la Biblia nos recuerda que los que confían en el Señor no serán avergonzados. En Romanos 8:28 se nos asegura que todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios. Esto significa que incluso los retrasos, las puertas cerradas o los silencios de Dios están bajo Su control perfecto.

Ser paciente es una forma de adoración. Es decirle a Dios: “Confío en tu tiempo, aunque no entienda tus caminos”. Cada momento de espera puede convertirse en una oportunidad para crecer en fe, esperanza y amor. Mientras esperas, Él está preparando tu corazón para recibir más de lo que pediste.

Más de lo que pediste: el milagro de la gracia

Dios no solo responde a nuestras oraciones, también nos sorprende con Su gracia. Esa gracia es el favor inmerecido que transforma nuestras vidas. Cuando creemos que hemos llegado al límite, Su amor nos eleva. Cuando pensamos que ya no hay salida, Su poder abre caminos. Y cuando sentimos que no merecemos nada, Su misericordia nos cubre con bendiciones.

Efesios 3:20 no habla solo de recibir cosas materiales, sino de experimentar la plenitud espiritual que solo Dios puede dar. Él nos ofrece paz en medio de la tormenta, consuelo en el dolor, propósito en medio del caos. Esas son las bendiciones más grandes, las que trascienden lo temporal y nos conectan con lo eterno.

Una promesa para los que confían

Esta promesa tiene una condición implícita: confiar. La fe es la llave que abre la puerta a las bendiciones de Dios. Cuando aprendemos a descansar en Su voluntad, nuestras oraciones cambian. Ya no pedimos solo lo que queremos, sino que buscamos lo que Él desea para nosotros. Y cuando eso ocurre, comenzamos a ver milagros en las áreas más inesperadas de nuestra vida.

La confianza no se construye en un día. Es el resultado de caminar con Dios, de ver Su fidelidad una y otra vez. Cada oración respondida fortalece nuestra fe; cada dificultad superada nos enseña que Él nunca falla. Si hoy estás atravesando un momento de incertidumbre, recuerda que Dios no ha terminado Su obra en ti. Lo que ahora parece una demora, mañana será testimonio de Su poder.

El propósito detrás de la abundancia

Cuando Dios nos da más de lo que pedimos, no lo hace solo para nuestro beneficio personal. Lo hace para que podamos ser canales de bendición para otros. La abundancia espiritual y material que recibimos tiene un propósito misionero: reflejar el carácter de Cristo en un mundo necesitado.

Así como Abraham fue bendecido para ser de bendición, tú también has sido llamado a compartir lo que Dios te ha dado. Tu testimonio puede inspirar a otros a confiar en el Señor. Tus victorias pueden fortalecer la fe de quien se siente débil. Y tus bendiciones pueden abrir puertas para que otros conozcan el amor de Dios.

En Filipenses 4:19 se nos recuerda que “mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Esto significa que no hay necesidad que quede sin respuesta cuando confiamos plenamente en Él. Todo lo que Dios nos da está conectado a Su gloria, no a nuestro mérito. Y cuando entendemos esto, dejamos de preocuparnos por lo que no tenemos y comenzamos a agradecer por lo que Él está haciendo.

La paciencia: una virtud del creyente

La paciencia es una de las virtudes más difíciles de practicar, pero también una de las más recompensadas. En el contexto de Efesios 3:20, la paciencia no es pasividad, sino una confianza activa. Es seguir sirviendo, adorando, orando y creyendo aun cuando las circunstancias no cambian. Es decirle a Dios: “Sé que estás obrando, aunque no lo vea”.

Jesús mismo nos enseñó con Su ejemplo. Durante Su ministerio, soportó la incredulidad, la traición y el sufrimiento con una serenidad que solo proviene de una confianza total en el Padre. Si Él, siendo el Hijo de Dios, esperó el tiempo de Su gloria, ¿cuánto más nosotros debemos aprender a esperar con fe?

Cuando practicamos la paciencia, nuestra mente se renueva. Deja de enfocarse en el problema y se centra en la promesa. Entonces descubrimos que la espera no es pérdida, sino preparación. Dios está alineando cada detalle, formando nuestro carácter y moldeando nuestras prioridades para que estemos listos para recibir lo que Él ha preparado.

Dios no falla en sus promesas

En toda la Escritura, Dios ha demostrado ser fiel. Lo que promete, lo cumple. Tal vez no en el tiempo ni en la forma que imaginamos, pero siempre en el momento justo. Su fidelidad no depende de nuestras circunstancias, sino de Su naturaleza. Él es inmutable, eterno y digno de confianza.

Si alguna vez has sentido que Dios no te escucha, recuerda Efesios 3:20. Él está trabajando incluso cuando tú no lo ves. Su silencio no significa ausencia, sino estrategia. Cada día que pasa, Su plan se acerca a su cumplimiento perfecto. Y cuando llegue ese día, entenderás que todo valió la pena.

Vivir con una fe expectante

Vivir confiando en Efesios 3:20 es vivir con fe expectante. Es levantarte cada día creyendo que Dios tiene algo preparado, algo que supera tus planes. Es mirar las dificultades con esperanza, sabiendo que detrás de cada prueba hay una bendición oculta. Es mantener la mirada fija en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe.

Esta fe expectante no es ingenua ni ciega; es una fe madura, basada en la experiencia de caminar con Dios. Es la fe que te hace declarar: “No sé cómo, pero sé que Dios lo hará”. Es la fe que transforma la ansiedad en paz y la duda en esperanza. Es la fe que mueve montañas, abre caminos y atrae el poder del cielo a tu vida.

Conclusión: más de lo que pediste

Efesios 3:20 nos recuerda que el Dios que adoramos no es pequeño ni limitado. Es un Dios de abundancia, de amor inagotable y de poder eterno. Nos invita a confiar, a ser pacientes y a esperar grandes cosas de Él. Si hoy sientes que tus oraciones no han sido respondidas, no te desesperes. Dios está preparando algo que sobrepasa tu entendimiento.

Él te dará más de lo que pediste, no porque lo merezcas, sino porque te ama. Pero antes de darte lo que deseas, Él quiere formarte, prepararte y enseñarte a depender completamente de Su gracia. Cuando tu corazón esté alineado con Su voluntad, verás cómo cada promesa se cumple, cómo cada oración tiene sentido y cómo cada lágrima se convierte en gozo.

Así que confía. Espera con paciencia. Persevera en la fe. El mismo Dios que hizo maravillas en el pasado está obrando hoy en tu vida. Y cuando menos lo esperes, te sorprenderá con algo mucho más grande de lo que imaginaste.

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“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3:20-21)

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