¡Pasa! ¡Posee! ¡Reparte! ¡Sirve! – Estudio de Escuela Sabática sobre Josué 1
Introducción: El umbral de una nueva etapa en la historia de Israel
El libro de Josué abre con una transición decisiva en la historia del pueblo de Israel: la muerte de Moisés, el siervo de Jehová, y el levantamiento de Josué como nuevo líder. Después de 40 años de peregrinación en el desierto, el pueblo está listo para entrar en la tierra prometida. Sin embargo, el paso del liderazgo de Moisés a Josué no es solo un cambio administrativo; es una lección espiritual sobre cómo Dios dirige a su pueblo en cada etapa de la historia y cómo las promesas divinas requieren fe, obediencia y acción.
Josué 1 nos ofrece una estructura clara que se convierte en una síntesis del mensaje del libro entero. Este capítulo introductorio se puede dividir en cuatro discursos o llamados divinos, que anticipan las secciones principales del libro y que se resumen en los verbos: pasar, poseer, repartir y servir.
Estos cuatro verbos no son meras instrucciones militares o administrativas; son símbolos espirituales que siguen vigentes para el pueblo de Dios hoy. El Señor llama a su iglesia no solo a creer en sus promesas, sino también a actuar en obediencia, confiando en que su presencia acompañará cada paso.
Así como Israel estaba en el umbral de una nueva etapa, cada creyente también enfrenta momentos en los que Dios dice: “Levántate y pasa este Jordán”. La Palabra nos desafía a responder con fe, valentía y entrega total al plan divino.
1. ¡Pasa! – Un llamado a la acción (Josué 1:1-9)
a) El mandato de Dios a Josué
El primer discurso divino en Josué 1 comienza con una declaración solemne: “Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán” (Jos. 1:2). El pueblo ya no podía seguir viviendo en el desierto de la espera. Había llegado el momento de pasar de la promesa a la realidad, de la expectativa a la experiencia.
Este mandato enseña que la vida cristiana no es estática. Así como Israel no podía quedarse en el desierto, nosotros tampoco podemos vivir en la inmovilidad espiritual. El llamado de Dios es a pasar adelante, avanzar por fe y confiar en que Él abrirá el camino.
b) La promesa de la presencia divina
Dios asegura a Josué: “Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Jos. 1:5). El paso al otro lado no dependía del poder militar de Israel ni de la experiencia de Josué, sino de la presencia constante de Dios.
Esto nos recuerda la promesa de Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). El llamado a pasar siempre va acompañado de la seguridad de que no caminamos solos.
c) Esfuérzate y sé valiente
El mandato se repite tres veces en este capítulo (vv. 6, 7 y 9). La valentía que Dios pide no se basa en la autosuficiencia, sino en la confianza en Su Palabra. La fuerza del cristiano no radica en sí mismo, sino en la certeza de que Dios cumple lo que promete.
El Espíritu de Profecía comenta:
“El humilde obrero que responde obedientemente al llamado de Dios puede estar seguro de que recibirá ayuda divina. Mediante la fe en el poder de Dios, es admirable cuán fuerte puede llegar a ser un hombre débil” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 289).
Cada vez que Dios nos manda a pasar al otro lado, también nos equipa con valentía y fortaleza espiritual.
d) La centralidad de la Palabra
El versículo 8 es clave: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él”. Pasar no es solo un acto físico, sino espiritual. El éxito de Josué dependía de su fidelidad a la Palabra de Dios, y lo mismo ocurre con nosotros. Solo la obediencia a la Escritura nos da verdadera prosperidad y éxito espiritual.
2. ¡Posee! – La tierra prometida como herencia (Josué 1:10-11)
a) Preparación para poseer
Josué instruye al pueblo: “Dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión” (v. 11). El acto de poseer no era simplemente ocupar un territorio, sino recibir lo que Dios había prometido a los patriarcas.
Dios ya había entregado la tierra (v. 3), pero el pueblo debía levantarse, prepararse y entrar. Esta tensión entre promesa y acción muestra que la fe verdadera se expresa en obediencia práctica.
b) El paralelismo con la vida cristiana
La posesión de Canaán representa, en el simbolismo bíblico, tanto la vida abundante en Cristo como la herencia eterna. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). La promesa está hecha, pero debemos apropiarnos de ella por fe.
El apóstol Pablo también lo expresa: “Echando mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado” (1 Tim. 6:12). No basta con saber que la promesa existe; hay que poseerla.
c) Preparación espiritual
Josué ordena al pueblo preparar provisiones. De igual forma, para poseer las promesas de Dios debemos prepararnos espiritualmente mediante la oración, el estudio de la Biblia y la consagración. El cristiano que no se prepara corre el riesgo de quedarse en la orilla, sin disfrutar de la plenitud de la herencia espiritual.
3. ¡Reparte! – El deber de compartir la bendición (Josué 1:12-15)
a) El compromiso de las tribus
Josué recuerda a las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés el acuerdo que habían hecho: aunque su herencia estaba a este lado del Jordán, debían cruzar armados para ayudar a sus hermanos en la conquista. Solo después podrían regresar a disfrutar de sus tierras.
Este principio enseña que las bendiciones de Dios no se disfrutan egoístamente. Quien ha recibido herencia está llamado a repartir y a servir a los demás.
b) La vida cristiana como reparto de bendición
Dios nos bendice para que seamos canales de bendición. Abraham recibió la promesa: “Serás bendición” (Gén. 12:2). Así también, los que hemos recibido herencia en Cristo estamos llamados a repartir esperanza, fe y amor.
El Espíritu de Profecía añade:
“Todo esfuerzo hecho por Cristo repercutirá en bendición sobre nosotros mismos. Si empleamos nuestros recursos para su gloria, Él nos dará más” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 290).
c) Unidad en la misión
Las tribus del otro lado del Jordán debían luchar junto a sus hermanos hasta que todos poseyeran la tierra. Esto refleja la misión de la iglesia: nadie alcanza la herencia eterna en soledad. La iglesia es llamada a avanzar unida, apoyándose mutuamente, hasta que todos lleguen a la plenitud de la promesa.
4. ¡Sirve! – Obediencia y fidelidad (Josué 1:16-18)
a) La respuesta del pueblo
El capítulo concluye con una declaración de obediencia: “Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes” (v. 16). La disposición a servir y obedecer era esencial para el éxito de la conquista.
b) El servicio como respuesta a la gracia
La estructura del libro de Josué deja claro que el servicio es la respuesta final a todas las iniciativas divinas. Dios manda pasar, poseer y repartir, pero todo desemboca en el llamado a servir. El servicio no es una carga, sino el fruto de haber experimentado la fidelidad de Dios.
En Apocalipsis 14:12 se repite el mismo principio: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. La fe genuina siempre produce obediencia y servicio.
c) El servicio hoy
Así como Israel fue llamado a servir a Dios en la tierra prometida, el pueblo de Dios en el tiempo del fin es llamado a servir en medio de un mundo necesitado. El servicio cristiano es la expresión más elevada de la fe.
5. Aplicaciones prácticas para nosotros hoy
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Pasar significa dejar atrás la vida vieja y avanzar en la fe. Cada creyente tiene un “Jordán” que cruzar: un desafío, un cambio o una entrega que requiere confianza en Dios.
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Poseer nos recuerda que las promesas de Dios no son teóricas. Debemos apropiarnos de ellas y vivir la vida abundante en Cristo.
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Repartir nos enseña a compartir lo que hemos recibido. La fe no se guarda; se reparte en servicio y testimonio.
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Servir es la culminación de la experiencia cristiana. Dios nos llama a vivir en obediencia, consagrados a su voluntad.
6. Preguntas para reflexión y discusión
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¿Cuál es tu “Jordán” personal que necesitas pasar con fe?
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¿Qué promesas de Dios necesitas poseer más plenamente en tu vida?
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¿De qué manera puedes repartir bendiciones espirituales y materiales a otros?
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¿Qué significa para ti servir a Dios en tu contexto actual?
Conclusión: La fe que actúa
El capítulo 1 de Josué no es solo historia antigua. Es un llamado actual a vivir la fe de manera activa. Dios sigue diciendo a su pueblo: “Pasa, posee, reparte y sirve”.
La vida cristiana es un caminar constante hacia adelante, un apropiarse de las promesas, un compartir las bendiciones y un servir con obediencia. Este es el camino de la verdadera prosperidad espiritual y de la esperanza eterna.
Como dice el texto clave: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).
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