Un testimonio real de redención: La historia de Wandy De los Santos
Introducción
El poder de una historia real radica en su capacidad de tocar lo más profundo del corazón humano. El testimonio de Wandy De los Santos, relatado en una campaña evangelística de la Iglesia Adventista del Séptimo Día "El Remanente" Constanza, Rep. Dom., no es simplemente una narración emocional: es una radiografía de la miseria, la rebeldía y, finalmente, de la redención. Este artículo profundiza en su historia, desde el doloroso abandono infantil hasta su encuentro transformador con Dios, mostrando cómo incluso el alma más quebrantada puede encontrar restauración en Cristo.
I. Infancia marcada por la tragedia
Wandy nació el 15 de junio de 1990 en Las Espinas de San José de Ocoa, un lugar frío y montañoso. En 1993, cuando tenía apenas tres años, su padre murió, dejando a su madre embarazada y con varios hijos que alimentar. Con la muerte de su esposo, la madre quedó desamparada, sin recursos, y con el peso de una familia numerosa sobre sus hombros. La familia fue víctima del egoísmo de parientes que, en lugar de apoyar, saquearon lo poco que el padre había dejado. Este evento marcó el inicio de una vida de pobreza extrema y abandono.
La madre, sin opciones, se vio obligada a migrar a Constanza en busca de ayuda. Allí, en una casita prestada, Wandy y sus hermanos dormían sobre paja y lona, en condiciones inhumanas. En medio de esa pobreza, su madre tomó la dolorosa decisión de regalarlo a una pariente de avanzada edad, esperando que pudiera tener una mejor vida. Pero ese fue el inicio de una pesadilla.
II. El maltrato y la pérdida de la inocencia
La mujer que recibió a Wandy no tenía ni la capacidad ni el amor para criar a un niño. Desde los cinco años, fue obligado a trabajar como un adulto. La escena que relata, en la que debía traer agua antes de que se secara la saliva de su cuidadora en el suelo, bajo amenaza de golpizas, es sólo una de muchas formas de abuso. Golpes, insultos, hambre y desprecio fueron su dieta diaria.
Sin protección ni consuelo, Wandy perdió su niñez. Las heridas físicas sanan, pero las emocionales quedaron profundamente grabadas en su ser. En esa etapa de la vida donde los niños sueñan y juegan, Wandy aprendía a sobrevivir, a reprimir el llanto, a resistir el dolor, a desconfiar del mundo.
III. Orfanatos, rebeldía y delincuencia
A lo largo de su niñez, Wandy fue trasladado de un lugar a otro, sin estabilidad ni afecto. Volvía a casa de su madre, pero esta no podía retenerlo. Lo regalaban nuevamente. En uno de esos hogares temporales, logró por primera vez reír con otros niños, pero al descubrir que había escapado por una tabla rota de madera, lo devolvieron.
En 2001, terminó en un orfanato cerca de la parada de autobuses hacia El Abanico. Allí, como en tantos sistemas sobrecargados y sin recursos, no encontró el amor ni la compasión. Todos tenían un hermano o una pareja protectora, menos él. Todo castigo injusto parecía caerle encima. Empezó a construir una imagen de sí mismo basada en el rechazo y la soledad. Ya a los 13 años se fugó. Comenzó a limpiar zapatos, a portar cuchillos, a atracar. Las calles lo acogieron como uno más.
Wandy cayó en lo profundo de la delincuencia. Se involucró en bandas peligrosas como "Los Zetas", temidas en Constanza. Su nombre era sinónimo de miedo. Pero nadie veía lo que había detrás: un niño herido, una víctima del abandono y la injusticia. El sistema lo había etiquetado como irrecuperable, pero Dios tenía otros planes.
IV. El primer encuentro con la esperanza
En 2006, cuando planeaba asistir a una fiesta patronal con intención de provocar violencia, Dios intervino. Un anciano de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se le acercó amablemente e invitó a una campaña evangelística. Fue recibido con amor, sin prejuicio. Aunque no entró ese día, le prometió volver, y cumplió su palabra.
Al día siguiente, asistió al servicio y entregó su vida a Cristo. Esa fue la primera luz en medio de tanta oscuridad. Empezó a conocer a un Dios que no lo juzgaba, sino que lo abrazaba. Un Dios que no se horrorizaba de su pasado, sino que lo amaba a pesar de todo.
V. Las caídas en el camino espiritual
En 2011, Wandy cayó de nuevo. Se involucró sentimentalmente con una joven y fue separado de la iglesia. Nadie lo buscó. El enemigo aprovechó esa soledad para llevarlo otra vez al abismo. Volvió a delinquir, esta vez con más odio, con más destreza. Fue arrestado por un crimen en Jarabacoa y condenado a 20 años, de los que cumplió 3 años y 3 meses en La Vega.
En la cárcel recordó a Dios. Hizo un pacto: "Sí me libras, te serviré". Pero al salir, sintió más odio que gratitud. Nadie lo visitó. Nadie lo esperó. Volvió a la calle con sed de venganza, no de redención. Montó de nuevo un punto de drogas, cayó en adicciones, perdió su familia, sus hijos, su hogar. Tocó fondo.
VI. El llamado del Espíritu Santo
En mayo de 2024, luego de una noche entera de consumo de cocaína, alcohol y tabaco, armando y encerrado, Wandy se quebró. Lloró como nunca, clamó como nunca. Dijo a Dios: "Estoy atrapado, no puedo salir, estoy perdido, pero quiero que el universo sepa que estoy clamando a Ti".
Cayó en un sueño profundo, inexplicable para alguien bajo los efectos de drogas tan fuertes. Al despertar, algo había cambiado. El Espíritu Santo le habló con claridad: "Levántate, bañate, cámbiate y vé a la iglesia. Ponte la ropa de hijo de Dios".
VII. Restauración verdadera y definitiva
Buscó varias iglesias, hasta llegar a la central. Allí, se encontró con un hermano que le había hecho mucho daño. El Espíritu le dijo: "Levanta la cabeza, él no es mejor que tú". Lo saludó. En ese momento, toda la carga de su corazón desapareció. Lloró, cantó, participó de la Santa Cena. Y el 1 de junio de 2024, se bautizó oficialmente.
VIII. Un mensaje de esperanza para todos
Wandy es ahora un predicador. Su historia conmueve porque revela lo que Dios puede hacer con una vida destruida. Su vida es un espejo del hijo pródigo. La Biblia dice en 2 Corintios 5:17: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas".
Nadie está demasiado perdido como para que Dios no lo alcance. La Iglesia Adventista enseña que la verdadera conversión incluye arrepentimiento, restauración y una nueva vida en obediencia. La historia de Wandy ilustra eso perfectamente.
Conclusión: El Dios de las segundas oportunidades
Este testimonio nos recuerda que Dios no busca perfectos, sino dispuestos. La sociedad puede etiquetar, descartar, condenar. Pero Dios llama, transforma, restaura. Así como hizo con Wandy, puede hacerlo contigo.
Quizás tu vida esté marcada por errores, adicciones, abusos, violencia o soledad. Pero si hoy decides escuchar la voz del Espíritu Santo y decir como Wandy: "Señor, si puedes hacer algo con esta vida destruida, hazlo"... entonces empezará el milagro. Porque Cristo vino a buscar y salvar lo que se había perdido.
"Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían" (Nahúm 1:7).
Wandy De los Santos es un testimonio viviente de ese versículo. Su historia sigue, y ahora es instrumento para salvar a otros. ¡Gloria a Dios!
0 Comentarios